
Hay un conflicto en mí que me lleva persiguiendo toda la vida. Esa necesidad de mantenerse al margen de todo lo que existe, de vivir en mi mundo, ajeno a las envidias, los conflictos y los ataques de los miserables. … Sigue leyendo
Hay un conflicto en mí que me lleva persiguiendo toda la vida. Esa necesidad de mantenerse al margen de todo lo que existe, de vivir en mi mundo, ajeno a las envidias, los conflictos y los ataques de los miserables. … Sigue leyendo
Siento que unas sombras me siguen. No hace falta mirarlas, no hace falta que oscurezcan la luz del sol para ser consciente de su presencia, casi visibles por el rabillo del ojo. Su aura siempre está ahí, a la espera … Sigue leyendo
Viajar en metro es cruzarse con cientos de personas en cada trayecto. Gente que a veces no tiene rostro, que solo ocupan un espacio en tu entorno y que suben y bajan del vagón en el que estás sin que … Sigue leyendo
Mires donde mires es fácil ver gente pasando el momento de su vida. Sus fotos con recuerdos inolvidables, sus sonrisas perennes, su actitud positiva y sus grandes noticias. Parece que nadie flaquea, que nadie tiene una pequeña piedra en el … Sigue leyendo
Dicen que el rencor es un defecto, que aquellos que se nutren de él no son felices, que se regodean en lo malo que les han hecho los demás y no entienden la virtud de perdonar. Dicen que el perdón … Sigue leyendo
Creo que uno de mis grandes problemas es que me demoro demasiado en el pasado. Me alimento de nostalgia y del sentimiento de haber visto el tiempo devorar cada minuto. No es tanto no vivir el presente como pensar con … Sigue leyendo
Eres rara. No sales de fiesta. No hablas por teléfono. Te encierras en tu cuarto durante horas. Te pasas días sin salir. Y de repente, desapareces por tu cuenta y vuelves varias horas después. La gente normal no hace eso. … Sigue leyendo
Me dijeron que la habían encontrado entre los escombros de la Ciudadela, en una zona donde la atmósfera artificial, misteriosamente, permanecía activa. Aquella área, en la parte exterior de la estación espacial, no estaba registrada en ningún mapa. Nadie sabía cómo había llegado allí, solo podían juzgar por el maltrato de su cuerpo.
Naia no pudo evitar que un gemido de dolor se escapara de sus labios. La caída a través del agujero la había dejado aturdida, y cuando por fin empezó a espabilar, su cabeza martilleaba con fuerza. Se incorporó despacio, y aun así, una oleada de náusea la sacudió. Su pierna derecha ardía, magullada, su espalda se sentía como si tuviese cientos de puñales clavados y su vista tardaba en enfocar. Pero a pesar del pésimo estado de su cuerpo, lo peor era la mano. Con cierta dificultad, se quitó el guante que la cubría y, sujetándose la muñeca con fuerza, contempló cómo la marca, el áncora, quemaba, crepitaba, restallaba. La brillante luz que emitía hería sus ojos. Ese dolor era difícil de soportar.
Mira el cielo cubierto de nubes. Piensa que quizá no te has abrigado demasiado, que es muy probable que cojas un resfriado, y date cuenta de que lo prefieres. Así te mantendrás alejado del mundo el tiempo que dure la enfermedad. Encógete instintivamente ante el frío como si fueras un proyecto de tortuga y echa a andar por la acera. Tus pasos resuenan en el silencio de la mañana. Los árboles parecen dormidos. Te sientes el único ser vivo en la oscuridad previa al amanecer, pero sabes que en realidad estás muerto por dentro.